Basílica Nuestra Señora del Socorro – Parroquia Madre Admirable
Oración a María, Madre Admirable
Madre Admirable, que muestras a tus hijos el camino del progreso interior, al mirarte, un deseo santo nos invade: entrar en ese mundo de amor y de gracia en donde vives.
¿Quién como tú, puede enseñarnos esa vida interior? ¿Quién, como tú, puede abrirnos a la vida de Jesús y formar en nosotros sus rasgos divinos?
¡Oh Madre! deja que te miremos!
Tú, Virgen silenciosa, ayúdanos a vivir ese silencio capaz de recibir y mantener adentro nuestro, en medio del barullo de todos los días, la presencia de Cristo. Custodia, Madre, esa silenciosa serenidad y llévamos a preservar nuestro corazón, cada minuto, como morada de Jesús.
Tú, Virgen humilde, enséñanos, en este ambiente donde todos quieren ser más que el otro, esa pequeñez que excluye toda pretensión, que sabe ser dócil y que quiere servir y desaparecer. Tu humildad subió hasta Dios y conquistó su Corazón; que la nuestra lo incline hacia nosotros.
Tú, Virgen fiel, respondiste siempre al menor deseo de Dios, sin que hubiera una sombra de vacilación, entre el llamado de la gracia y tu respuesta. Danos el imitarte en esa prontitud del amor y ese entusiasmo lleno de fe que tuviste para cumplir con Su palabra. Que jamás nos detengan las dificultades; sino que, con esa alegría que centuplica el don, respondamos a cualquier cosa que nos reclame Dios, con tu misma frase:”Yo soy la servidora del Señor”.
Madre Admirable, ruega por nosotros y, después de este destierro, muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre. Amén.
Oración a María, Madre Admirable
Madre Admirable, tú nos enseñas
a crecer en gracia y santidad.
Te miramos con amor
deseando
compartir lo que hay en tu corazón.
Madre Admirable, tú nos abres
a la vida de Jesús.
Te miramos con esperanza
pidiendo
que nos hagas a su semejanza.
Madre Admirable, tú nos invitas
a cuidar el interior.
Te miramos con ternura
confiando
que tu nos darás un alma pura.
Madre Admirable, tú nos muestras
cómo ser simples y serviciales.
Te miramos con humildad
queriendo
aprender la verdadera docilidad.
Madre Admirable, tú nos llevas
a tu Hijo Jesús.
Te miramos con fe
esperando
que un día nos abracemos con él.
Amén.
Historia de la devoción a María, Madre Admirable
La santa imagen fue pintada ‘al fresco’ en 1844 por Pauline Perdreau, una religiosa del Sagrado Corazón, en su convento de Trinitá del Monti, Roma, queriendo “hacer presente a la Santísima Virgen” en el lugar de reunión de las hermanas, sobre uno de los muros del claustro.
El Papa Pío IX, visitando el 20 de Octubre de 1846 el monasterio, se detuvo admirado frente a la imagen y exclamó: “¡He aquí verdaderamente a la admirable Madre!”. De allí el nombre de nuestra imagen. Los aniversarios de esa visita papal quedaron como la fecha de conmemoración de esta advocación.
La imagen representa a María Adolescente, cuando mediante la oración, el estudio, el trabajo y la pureza, se forma -en el templo de Jerusalén- para su sublime misión. La oración está simbolizada por los ojos bajos y meditativos de la Virgen y el panorama de praderas y de cielo que se abre a sus espaldas; el estudio, por el libro abierto que ya yace abierto sobre su canasto de costura; el trabajo, por el huso que sostiene en su mano; la pureza, por el lirio que se yergue a su costado.
Madre Admirable es la patrona de cualquiera que quiera crecer en su fe y su vida interior. También de los estudiantes y de los padres que buscan ayuda para la formación de sus hijos.
La imagen que se halla en la entrada de nuestra Parroquia es una reproducción al óleo realizada por una religiosa de las Hermanas Franciscanas Misioneras de María. Fue enviada a Buenos Aires en 1921, a pedido de doña Concepción Unzué de Casares, ex alumna de los Sagrados Corazones, para colocarla como Patrona del Colegio y capilla que había fundado, dándoles su gestión a esas religiosas. La pintura fue destruida casi totalmente en la explosión del año 1992. El lienzo fue restaurado pacientemente y generosamente por Doña Mercedes de las Carreras en el taller de la Fundación Tarea, recuperándose en su integridad.